«Llévame al río»
La Dirty Dozen Brass Band, la gran formación de Nueva Orleáns, protagoniza un
soberbio final de fiesta en un certamen que ha dejado de ser un exquisito secreto
Take me to the river cantaban los Talking Heads la composición de Al Green, Llévame al río canturrean sin traductores los asistentes al festival Enclave de agua al lado del Duero junto al antiguo lavadero de lanas. Un público familiar asiste a la recuperación de un rincón que los más viejos del lugar recuerdan como un espacio de chiringuito y verbena.
Hay muchos visitantes atraídos por una programación donde abundan los grandes músicos por encima de los nombres y los grandes presupuestos. La gente merienda en la pradera mientras un grupo entona el penúltimo blues. Hay aromas de sardinas y chorizos a la brasa
y hasta los chopos parecen encantados de estar ahí.
Por la noche abre el grupo madrileño Los 7 doctores, empeñados en tocar blues viejuno, genuino rythm & blues como I put spell on you d Screaming Jay Hawkins o himnos de Nueva Orleáns como Iko iko. A continuación una lección de rocksteady (el ritmo jamaicano que sirvió de puente entre el ska y el reggae) a cargo de los ingleses The Delegators con la vocalista Janet Kumah poseedora de una voz soul muy dinámica que convirtió su concierto en una sorpresa constante por la fidelidad a un estilo que se quedó en la historia de la música jamaicana con letra pequeña.
Así llegamos al plato fuerte de la noche. La Dirty Dozen Brass Band, la mejor banda de Nueva Orleáns, gente que sabe distinguir entre bodas y funerales (han colaborado con
Bowie, Elvis Costello o Dr. John). Han crecido pateándose las calles pero conocen los rigores del escenario. Comenzaron en clave funky e hicieron algo inusual, un desafío a la historia del jazz. En el segundo tema invitaron a todos los músicos del festival (los estupendos Sweet Vandals, The California Honeydrops o The Delegators) capaces de soplar un instrumento a tocar When The Saints goes marchin in, lamadre del cordero, santo y seña de su ciudad.
El acabose en la mayoría de los conciertos que sirvió para entonar al público y a los músicos. Una vez cumplida con la misión alternaron composiciones de su reciente álbum, My feet cant fail me now, donde combinan temas frenéticos como la que da título al disco con el blue monk. Optaron por la marcha sin condiciones y añadieron el Sex machine del difunto James Brown (con mención especial a la pantalla de vídeo que no tiene nada que envidiar a la de Fat Boy Slim).
La Dirty Dozen ha dejado atrás el desastre del huracán Katrina al que dedicaron su anterior disco, What’s going on, y prefirieron en su única aparición española ofrecer una imágen hedonista invitando a bailar a las damas. El festival ha dejado de ser un secreto.
(JOSE MANUEL GÓMEZ, El Mundo 2 de Agosto 2010)